Poemas 2016
- Fabián Leppez
- 21 ago 2017
- 4 Min. de lectura

REMIENDOS
Domingo 14.02.16-10.44
Ésta noche, mi corazón es como
un jean barato con el cierre mal cosido
confeccionado en un taller clandestino
de Floresta.
Ésta noche mi corazón se raja cuando
me agacho y deja al descubierto
mis partes íntimas.
Los hilos desenhebrados como válvulas
de sangre chorreando al vacío.
El botón cae al suelo haciendo ruido
como una lágrima que cuelga
de un brazo desde el borde del párpado
hasta el último momento
y no puede detener la caída.
Cae y rueda debajo de un mueble.
Ésta noche, mi corazón bombea
a pedal como un costurero boliviano
que maneja la overclock sin titubear
durante 15 horas y la sangre
se estanca en mi sonrisa
porque hay que mostrarle al mundo
que está todo bien
con un diamante asomándose en
las comisuras
mientras el corazón se nos descose
un poco más cada día
como una media de lycra
detenida con esmalte.
AFUERA
Lunes 21.03.16-03.26
No entró nunca.
No entró la de Messi que pasó
rozando el palo/
la de Palacios era por abajo/
a Higuaín le sacudieron la geta de un rodillazo
y no cobraron penal.
También hizo un gol de simulacro en off side
que gritamos todos.
Pero no entró nunca.
No entró la pierna de Mascherano para impedir el gol
ni los guantes de Romero para evitarlo.
No entró nunca.
No entró Tevez, el jugador del pueblo, a la cancha ni
el último tiro libre que nos llevaba a los penales.
No entró el dron al estadio para cargar al rival
ni la energía suficiente para jugar el alargue.
No entró nunca.
No entró el público a la cancha para
suspender el partido,
no entró el puño del Diego para empujarla
frente al arquero,
no entró la picardía de simular un penal,
no entraron los cantantes pop a hacer playback
sobre el tema del mundial
que escuchamos hasta el hartazgo,
no entró la suerte ni la desgracia a lesionarnos
el arquero al comienzo del partido.
No entró la sorpresa, no entró la revancha,
no entró nunca.
Y sin embargo, una niebla espesa, con vidrio molido,
atravesó el televisor y nos fue carcomiendo por dentro
mientras observábamos en silencio el final de la ceremonia
con la cara pintada de celeste y blanco
apretando fuerte el control remoto.
No entró nunca.
No salió la vecina a pedir que bajemos
el volumen del televisor,
no salió la gente a festejar en la 9 de julio,
no salieron a cicatrizar el cielo los fuegos artificiales
comprados con entusiasmo.
No salieron nunca.
Se hizo más largo atravesar esa tarde de domingo.
Los informes dicen que hubo muchos
ataques cardíacos. Entraron más personas de
lo habitual al país y a la guardia.
Brasil se llenó de argentinos desesperados por estar
presentes en el día histórico.
Entraron todos, los rusos, los musulmanes, los tailandeses
y hasta en Haití se hinchaba por Argentina.
Pero ella no entró nunca.
Como una odalisca que se menea delante tuyo
y no la podés tocar. Hizo caldo en nuestros ojos.
Nos embadurnó.
Nos paseó en la puerta giratoria para
dejarnos del lado de afuera.
No entramos nunca.
No nos calzamos los botines ni nos tiramos al piso
para frenar el contrataque.
No preparamos el desayuno de campeón
ni alentamos al arquero a que se convierta en héroe
en la semifinal.
No entramos nunca.
No salimos nunca.
Ella no quiso entrar nunca.
Un cuervo se llevó la pelota por encima del travesaño.
Un caballo nos dio una patada en el pecho cuando
el árbitro pitó el final del partido.
No entró nunca.
No quiso entrar nunca.
Como tampoco entró en las finales con Chile.
Como tampoco nos hiló la costura del corazón.
BODYS
Miércoles 23.03.16-01.58
Te abrazo y tus pechos se desarman en mis manos
como si abrazara un saco de arena.
Todo se desvanece frente a mí
Como un holograma que atravieso.
Soy la arena que se escurre por la cintura
del reloj surfeando la caída.
Soy el caldo que se disuelve en la sopa que
vos soplás para no quemarte.
Te abrazo y tu espalda se me desgrana en las manos
como un muro ametrallado.
Me amás y tu corazón me late en las encías
rascándome el paladar para que no me inflame.
Vamos a besarnos hasta que nos sangren los dientes.
Hasta que nuestros labios se desguacen
como auto en desarmadero.
Vamos a ser ilegales.
Vamos a romper los vidrios que nos impiden traspasar.
Vamos a saltar las rejas y a hacer sonar las alarmas.
Y que nos corran los perros
y que nos persigan los de seguridad
con el garrote en la mano.
Vamos a estrellarnos uno contra el otro
como dos luchadores de catch.
Vamos a reventar nuestros envases como copas
que se rompen brindando.
Voy a escurrirme adentro tuyo
como un minuto de arena/
Como terrón de azúcar disuelto.
Voy a ser la glucosa desparramada por tu sangre.
Mientras ponés la pava para servir un té
y un rayo de sol que entra por la ventana
deja transparentar tu néctar.
Tus miedos sin raíces.
Toda la estática que nos equilibra
cuando todavía nos quedan
lagañas en los boca.
La apariencia de la mafia
Hay que cuidarse.
Los fachos salieron de las alcantarillas.
Hay que cuidarnos.
De la esvástica en los ojos y
la carne en los nudillos.
Hay que resguardarse.
Del paragolpes despintado y
los trajes con apresto.
Los fachos abrieron la escotilla y
están invadiendo la ciudad
como murciélagos,
rociándola con glifosato y rivoflavina.
Tienen arsénico en la sangre y
el rostro bello, rozagante.
Las piernas depiladas y sin tatuajes.
Con la apariencia de un playboy y
la voracidad de un zopilote,
césped por fuera, lodo por dentro.
Vienen por vos y por mí
con guantes de alcohol en gel.
Con las suelas de las zapatillas lustradas.
La melodía de hamelin loopeando
en sus mejillas.
Cuidado:
El azul de sus ojos no es agua marina,
es la baliza de un patrullero arrinconando
pibes contra un paredón, es una pastilla
de éxtasis que te deja hospitalizado.
En sus manos fosforecen
los guantes blancos, en sus uñas
se esconden bajo acrílico
las garras carroñeras.
Los fachos están de regreso y
van dando vueltas las baldosas.
Nosotros con la estaca de madera
y el martillo
los estamos esperando.